Carlos de Dueñas: «Elías y Ballesteros fueron dos apasionados por la educación»

Este pasado viernes 24, el historiador Carlos de Dueñas impartió la sexta conferencia del Curso de Historia dedicado a las Huellas de Segovia en el Exilio, que tuvo como protagonista al matrimonio formado por Antonio Ballesteros, profesor y secretario de la Universidad Popular Segoviana, y la maestra Emilia Elías.

Presentes en Segovia desde 1917, Antonio fue inspector de Primera Enseñanza y Emilia, profesora de Geografía en la Escuela Normal de Maestros. Profundos estudiosos de la Pedagogía, trabajaron intensamente para introducir innovaciones muy necesarias en la educación segoviana, lo que les granjeó la enemistad del sector más conservador de la sociedad local, lo que finalmente les llevaría a trasladarse a Madrid en 1932. Desde allí, Elías siguió colaborando con la Escuela del Hogar, que había contribuido a fundar en Segovia.

De Dueñas destacó su compromiso con la educación, al que se unía el compromiso para combatir la desigualdad social y el compromiso político a favor de la instauración de una república democrática y, posteriormente, en la lucha contra el fascismo. Ballesteros fue quien, junto a Antonio Machado, izó la bandera republicana en el Ayuntamiento de Segovia el 14 de abril de 1931.

«Son dos ejemplos de una absoluta capacidad de educar y enseñar, y del deber contraído, en primer lugar con uno mismo, y, por extensión, con el género humano»

Tras la derrota de la República en la Guerra Civil, se exiliaron en México, donde después de unos comienzos humildes, Ballesteros llegaría a ser una reconocida figura del mundo de la pedagogía y de la educación, mientras que Elías seguiría desempeñando el cargo de secretaria del Comité Nacional de Mujeres Antifascistas, al que había accedido durante la guerra. Hasta los años sesenta no pudieron reunirse con su hijo Antonio, que había sido enviado a la URSS en 1938.

Para Dueñas, que ha compatibilizado su dedicación a la historia con su trabajo como profesor de Instituto, Ballesteros y Elías «son dos ejemplos de una absoluta capacidad de educar y enseñar, y del deber contraído, en primer lugar con uno mismo, y, por extensión, con el género humano. Esa capacidad de enseñar estaba basada en su profunda capacidad de aprender y de utilizar el aprendizaje como fuente del progreso personal y social».