«Con Pedro Barral en España, la presencia de sus hermanos en América dio lugar a un intercambio de noticias de esta orilla a la otra»

La penúltima conferencia del actual Curso de Historia, dedicada a los diferentes exilios de los hermanos de Emiliano Barral, escultores como él, fue impartida el pasado viernes 5 de mayo por el historiador Antonio Linage, académico de Mérito de San Quirce, y por Lope Barral, hijo de Alberto Barral.

Linage comenzó su intervención refiriéndose a Elvira Arranz, la viuda Emiliano Barral, y a su hijo, Fernando, que encontraron refugio en Argentina, acogidos por Fernando Arranz, hermano de Elvira.

Tras recordar a Paz, la hermana pequeña, exiliada en México, Linage se detuvo en el análisis de lo que calificó el «exilio atípico» de Martín Barral, que ya residía en Francia antes de la derrota de la República y que, en 1941, tras la invasión alemana, se trasladó a Brasil, donde en algunos momentos de crisis llegó a destruir algunas de sus obras: «Le faltaban las riberas del Duratón y del Caslilla. Él expresó alguna vez su nostalgia de que Emma Prieto le hiciera un huevo frito a la vuelta de uno de sus paseos por ellas. Emma era una de las hijas del maestro Ángel Prieto, asesinado en 1936».

También habló del «exilio frustrado» de Pedro Barral, que no consiguió embarcarse en ninguno de los últimos barcos que zarparon del puerto de Alicante al final de la guerra. Detenido por los vencedores y juzgado, fue condenado a treinta años de reclusión mayor, aunque pudo conseguir la libertad provisional en 1943. Linage recordó con emoción su encuentro con el escultor:

«Pedro, con su abnegada Amalia, la perfecta casada cual la de fray Luis de León, volvió a la villa natal al cabo de diez años, ya recuperada la casa familiar. Ninguna tan sepulvedana como esta, el piso alto sin solución de continuidad con las peñas. “Yo considero Sepúlveda el pueblo más bonito del mundo”, casi gritaba. A mis quince años, el encuentro con aquel amigo de mi padre muerto era una fiesta, y por su parte algo de paternal había en él».

A continuación, tomó la palabra Lope Barral, nacido en la Córdoba de Argentina, donde su padre también encontró refugio junto al ceramista Fernando Arranz. Los asistentes tuvieron ocasión de comprobar cómo se unieron durante su intervención el rigor con el que expuso los datos biográficos y la trayectoria artística de Alberto Barral, con la emoción de ser su propio hijo el que los dio a conocer.

Mencionó, en primer lugar, a la etapa de formación como cantero y escultor, primero junto al padre, Isidro, y después junto a su hermano Emiliano. Al estallar la Guerra, Alberto Barral impulsó, junto a Emiliano y al músico Agapito Marazuela, la formación de las Milicias Antifascistas Segovianas. Incorporado como comisario al Ejército Popular de la República, tras la derrota, se vio obligado a pasar a Francia, donde fue internado en un campo de concentración, del que lograría salir para embarcarse rumbo a Chile, acogido por aquel país. Tras cruzar ilegalmente la frontera con Argentina, fijó su residencia en Córdoba, donde desarrolló una fructífera carrera como escultor y como docente, dejando una profunda huella de su paso por las aulas. Tras sufrir un infarto, decidió regresar a España y a su Sepúlveda natal, donde falleció en septiembre de 1969.