«María Zambrano trató de desarrollar un modelo de racionalidad para evitar las exclusiones y los exilios»

El académico de San Quirce José Luis Mora García impartió el viernes 12 de mayo la conferencia de clausura del XLIV Curso de Historia «Huellas de Segovia en el exilio de 1939». Mora, profesor emérito de Historia del Pensamiento Español e Iberoamericano en la UAM, tituló su intervención «Después de entonces. María Zambrano y la reflexión sobre el exilio».

Si Antonio Machado, al que el poeta Luis García Montero dedicó su lección inaugural, llegó a Segovia con cuarenta y cuatro años, Zambrano lo hizo con tan solo seis y vivió aquí su adolescencia y primera juventud. Previamente a sus estudios en la Universidad Central, la formación de su pensamiento estuvo marcada por la figura de su padre, Blas Zambrano, y por el ambiente cultural en el que este se movía en Segovia. Especial relevancia tuvieron las conferencias impartidas en la Universidad Popular por algunos de los intelectuales más relevantes de aquel momento.

La expresión «después de entonces» la tomó prestada Mora de la propia Zambrano, que tituló de esta manera una obra inédita y extraviada hasta la fecha, de la que dio cuenta a su gran amigo Mariano Quintanilla en una carta fechada en 1964. En esta novela, escrita al final de 1933, la filósofa evocaba una visita a la casa de su familia en la calle de la Potenda (actualmente calle del Grabador Espinosa), años después de haberse trasladado a Madrid, en la que según le confesó a Quintanilla, anticipaba su «destino de desterrada, con palabras inequívocas, ciertísimas.»

Durante la Guerra Civil, María Zambrano pasó unos meses en Chile, y tras regresar vivió con su familia en Valencia y en Barcelona, y desde aquí salió al exilio en 1939. De Francia pasó a Méjico y luego a La Habana y Puerto Rico. Tras una breve estancia en París, regresó a América, volviendo a Europa para pasar una larga estancia de once años en Roma y vivir después en Ginebra antes de su regreso a España en 1984.

Según Mora, «buena parte de su vida y de su filosofía fueron una apuesta por afrontar ese fracaso que es el exilio con el propósito firme de que la esperanza siguiera siendo imprescindible, pues siempre pensó que sin esperanza no hay vida propiamente humana.»

Expuso el académico de San Quirce que Zambrano defendió en su «Carta sobre el exilio» que, si bien los vencedores de la guerra se habían apropiado del espacio, una parte fundamental de la memoria era de los exiliados, de tal forma que, si se quería construir una nación, había de ser incluyendo a todos e incorporando a los heterodoxos como parte normal del Estado. De esta manera, «apostó por una revisión profunda de la Historia para buscar aquellas vetas de convivencia y construir un modelo de racionalidad que incorporara la misericordia, la piedad y el perdón como virtudes civiles».

María Zambrano, que evocaba con frecuencia en su correspondencia los recuerdos de su etapa segoviana, le dedicó a la ciudad su obra «Un lugar de la palabra: Segovia». A propuesta de Jesús González de la Torre y de Luis Martínez Drake, el 7 de octubre de 1984 la Academia de San Quirce eligió a María Zambrano como académica de mérito. A este nombramiento, que no pudo ser entregado en vida, la pensadora malagueña contestó que era para ella «un gran honor que acepto conmovida ya que en Segovia he pasado años decisivos de mi vida».

Tras la conferencia, que fue largamente aplaudida por los asistentes que volvieron a llenar el aula, el director de San Quirce, Pablo Zamarrón, acompañado por su hermano Hipólito, pusieron el colofón al curso interpretando a la dulzaina y el tambor la «Jota antigua», incluida en el repertorio del músico y folklorista Agapito Marazuela, quien también fuera académico de mérito.