El próximo jueves, 1 de junio, a las 20:00 horas, la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce celebrará solemne sesión para recibir como Académico de Número a Gonzalo Borondo, que realizará un recorrido por su trayectoria artística y presentará un fragmento de su obra Settimo Giorno, estrenada en la antigua iglesia de St. Mattia, de Bolonia (Italia), el pasado marzo, pero adaptada al Aula de San Quirce. Carlos Muñoz de Pablos, Académico de Mérito, contestará su intervención.
Gonzalo Borondo, nacido en 1989, es uno de los artistas segovianos con mayor proyección internacional. Desde sus inicios como grafitero y muralista juvenil, su obra, con montajes e instalaciones en medio mundo, es una reivindicación del espacio público como medio y soporte de expresión, artística o de denuncia. Como él mismo dice, sus obras surgen del diálogo con el contexto al que se enfrenta, del encuentro con los recuerdos de lugares y personas. La experimentación es la base de su investigación artística, centrada en ampliar los recursos de la pintura a disciplinas, soportes (vidrio, paja, cerámica, superficies murales, madera…) y múltiples prácticas estéticas.
«Sus obras surgen del diálogo con el contexto al que se enfrenta, del encuentro con los recuerdos de lugares y personas»
Ha realizado muestras personales en Roma, Madrid, París, Londres, Marsella y Bolonia. En Segovia, la ciudad donde vivió su infancia y juventud y reside en la actualidad, realizó Insurrecta (2020), una intervención sobre las vallas publicitarias del espacio periurbano para conmemorar el quinto centenario de la Guerra de las Comunidades. Un año después, el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente albergó Hereditas, exposición individual que transformó el espacio museístico en una experiencia inmersiva para el visitante y que, según su comisario, José María Parreño, tenía «como propósito cuestionar el pasado desde los presupuestos del presente».
En 2018, Borondo obtuvo en Venecia el premio Arte Laguna, dentro de la sección Land Art y Arte Urbano, y en 2021, gracias a una soberbia intervención realizada en la calle Baudelocque, en la ciudad francesa de Boulogne-sur-Mer, ganó el primer premio de arte urbano correspondiente al concurso anual Golden Street Art.