‘Stolpersteine’ en Segovia: la memoria recobrada

La Real Academia de Historia y Arte de San Quirce ha colaborado con las asociaciones Segovia Decide República y Amical Dachau-AAD en la colocación de cuatro stolpersteine o piedras de memoria en recuerdo de cuatro de los seis segovianos que sufrieron el horror del nazismo en los campos de concentración alemanes o austriacos durante la II Guerra Mundial.

El propósito de esta iniciativa proyectada por el artista alemán Gunter Deming es conmemorar el destino de los seres humanos que fueron deportados y/o asesinados por los nacionalsocialistas en la Alemania de Hitler. Las stolpersteine son pequeños adoquines de cemento que en la parte superior llevan incrustada una placa de latón en la que están grabados los datos esenciales de las personas a quienes se conmemora. Suelen ser colocadas en el suelo, delante de las últimas casas donde residieron o trabajaron libremente las víctimas antes de ser deportadas, y tienen como objetivo llamar la atención del caminante, para que se detenga, se incline y lea lo que la placa dice; inclinación que podría equivaler a un gesto de respeto por la persona que se recuerda.

Más de un centenar de personas ha participado este caluroso 18 de noviembre en un simbólico recorrido por la ciudad de Segovia, que ha permitido ir colocando las stolpersteine delante de las que fueran viviendas de Agustín San José Calasanz, nacido en 1896, deportado a Mauthausen y Gusen en 1940 y finalmente liberado; Florencio Abad Albertos, nacido en 1904 y asesinado en Gusen en 1942; Fermín Cristóbal López (1894-1945), deportado a Dachau, donde murió, y Antonio Arranz Barrio, fallecido en 1941 en el campo de concentración de Gusen. El itinerario empezó en la plaza de Avendaño, donde vivía Agustín San José; se detuvo ante el monolito que en la plaza del Doctor Laguna recuerda a los segovianos víctimas del nazismo, donde el historiador Juan Carlos García-Funes, presidente del Foro por la Memoria de Segovia, pronunció unas palabras; continuó en las calles Cronista Lecea y Daoiz, lugares de residencia de Florencio Abad y Fermín Cristóbal, respectivamente, y concluyó en el paseo de Santo Domingo de Guzmán, delante del convento de Santa Cruz la Real, el antiguo hospicio que acogió a Antonio Arranz hasta los diecinueve años.

La música de Cuco y Luisa Pérez y de Pablo e Hipólito Zamarrón amenizaron el recorrido memorialístico. Pablo Zamarrón, director de San Quirce, interpretó a la dulzaina la Entradilla del maestro Marazuela durante la colocación de la piedra que Cristina Cristóbal Mechó, nieta de Fermín Cristóbal y secretaria general del Comité Internacional de Dachau, puso delante de la antigua casa de sus abuelos paternos, en Daoiz, 15. «Solo siento agradecimiento, y por mi mente pasa la vida de mi padre, de mi abuela, de mi abuelo, de mi tía, de tantas personas que tuvieron que dejar sus familias, la ciudad, el país y entrar en Francia para sufrir, finalmente, la deportación a los campos de concentración alemanes. Actos como este son necesarios porque sirven para abrir la conciencia, para ver que la violencia nunca es el camino. La memoria es un acto de conciliación, de dar luz a aquellos que han estado en la oscuridad durante mucho tiempo», dijo Cristóbal, visiblemente emocionada.

De los cuatro segovianos recordados, Fermín Cristóbal es de quien más datos biográficos hay gracias a las investigaciones realizadas por Diego Conte Bragado, académico de San Quirce. Cristóbal, de filiación socialista y masón, trabajó durante treinta años en la Diputación de Segovia. Dejó la ciudad el 19 de julio de 1936 y pasó la Guerra Civil entre Madrid, Valencia y Barcelona. Llegó a Dachau en el llamado Tren Fantasma y murió en este campo de concentración meses después, en febrero de 1945.

El acto, con el que también han colaborado el Ayuntamiento de Segovia, CNT Segovia, IES Giner de los Ríos y Foro por la Memoria de Segovia, contó con las intervenciones del concejal de Educación, Sergio Calleja (PP), y de la concejala Ana Peñalosa (IU). «Iniciativas como esta, más allá de las ideologías, sirven para educar en valores, en el respeto, en la diversidad, en la tolerancia y condenar todo tipo de violencia», dijo Calleja. Peñalosa, por su parte, subrayó la importancia de «seguir integrando el recuerdo del holocausto y de todas las víctimas del nazismo en las conciencias individuales y colectivas de nuestra ciudad».