Agapito, miliciano

La exposición que la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce acaba de inaugurar en el patio del centro de la UNED en Segovia no pasará inadvertida. El valor reside en la novedad que aportan sus fotografías, muchas de la cuales ven la luz por primera vez gracias a la labor ‘arqueológica’ del investigador segoviano Aku Estebaranz, que las ha rescatado del Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), con sede en Salamanca. En ellas puede verse a un Agapito Marazuela que aún no ha cumplido los cincuenta años enrolado en las Milicias Antifascistas Segovianas.

Agapito Marazuela Albornos (1891-1983) es el mayor exponente del folklore castellano. Al margen de sus dotes como guitarrista y dulzainero, en su juventud recorrió los pueblos y aldeas castellanas para recopilar canciones tradicionales. En 1932, la República le concedió el II Premio Nacional de Folklore por su Cancionero de Castilla la Vieja. «Su contacto con el pueblo explica el gran sentido de la justicia social y el compromiso con los olvidados que mantuvo a lo largo de su vida», señala Aku Estebaranz, comisario de la exposición Las Milicias Segovianas y Agapito Marazuela.

El 15 de agosto de 1936, apenas un mes después del Alzamiento, un grupo de segovianos afines al Gobierno republicano se incautó del Centro Segoviano de Madrid, situado en la calle Mayor. El centro era el punto de encuentro para muchos segovianos que residían en la capital. Agapito Marazuela, Emiliano Barral, José Carrasco Linares y Eduardo Tuya, entre otros, formaron un comité que asumió la gestión de la entidad, pero también la organización de las Milicias Antifascistas Segovianas. «Militantes de izquierdas residentes en Madrid, junto con evadidos que habían conseguido llegar a la zona republicana, se alistaron en la única unidad militar netamente segoviana durante la Guerra Civil. Agapito, que no veía bien, asumió funciones organizativas», señala Estebaranz.

Las Milicias Segovianas participaron, en noviembre de 1936, en la Defensa de Madrid, cuando el ejército de Franco intentó el asalto frontal a la capital de la República. Los milicianos segovianos se deplegaron en el sector de Carabanchel. Pocos días después de repeler el ataque franquista, moría durante una visita a Usera el comisario político de las Milicias, el escultor Emiliano Barral, alcanzado por la metralla. «Alrededor de medio millar de segovianos formaron las Milicias, cuya vida fue efímera. El Gobierno ordenó la creación del Ejército Popular de la República, al que se fueron integrando paulatinamente todos los milicianos de partidos, sindicatos y provincias. Los segovianos quedaron encuadrados en la 42ª Brigada Mixta y permanecieron en Madrid toda la contienda».

Duzaina vs. ametralladoras

En la exposición hay algunas fotografías dedicadas al folklore. Porque la dulzaina de Agapito compitió con el ruido de las ametralladoras. En una, aparece Paulino Gómez, el Tío Tocino, tocando la dulzaina junto al tamborilero Mariano Llorente. Ambos quedaron aislados en Madrid con el grupo de danzantes de Abades. Sin posibilidad de regresar a Segovia por el estallido de la contienda, participaron con Marazuela en numerosos eventos culturales organizados en la zona republicana, como el Festival de Cultura Popular celebrado en Chinchón en junio de1937.

La Guerra Civil truncó la carrera artística de Agapito, que sufrió en sus carnes la represión en los primeros años de la dictadura. Rehabilitada su memoria y labor cultural tras la muerte de Franco, murió en 1983, ya nonagenario. La Academia de Historia y Arte de San Quirce le nombró académico de mérito en 1978 en reconocimiento a su aportación, enorme, a la cultura segoviana.