Montero Reguera: «Nuestro padre dedicó a Segovia sus mejores años»

«Nuestro padre dedicó seguramente sus mejores años a esta ciudad, a su instituto; primero, al viejo y único instituto, hoy Mariano Quintanilla; después, al Andrés Laguna. Llegó en 1962, recién cumplidos los treinta y dos años, en plena juventud, con ganas de hacer muchas cosas y una convicción plena en la enseñanza y en las posibilidades que la literatura tiene no solo para enseñar a la sociedad, sino para transformarla. Y su dedicación fue intensa y apasionada».

Con estas palabras introdujo José Montero Reguera la emotiva semblanza que dedicó a su padre, José Montero Padilla, catedrático de Lengua y Literatura, escritor, crítico literario y académico de San Quirce, numerario entre 1969 y 2006 y supernumerario entre 2006 y el pasado 25 de mayo, día de su fallecimiento. El primogénito del recordado profesor ejerció de portavoz de su familia durante la sesión necrológica que la Academia organizó en su memoria este 24 de noviembre en el Aula de San Quirce.

«Llegó a Segovia en 1962, recién cumplidos los treinta y dos años, en plena juventud, con ganas de hacer muchas cosas y una convicción plena en la enseñanza y en las posibilidades que la literatura tiene para transformar la sociedad»

José Montero Reguera

Montero Reguera, actual decano de la Facultad de Filología y Traducción de la Universidad de Vigo, recordó la llegada de su padre a Segovia, en 1962, para ocupar en el Instituto de Enseñanzas Medias la vacante que dejaba por jubilación Ángel Revilla. Además de profesor, Montero Padilla fue jefe de estudios y dirigió el instituto Andrés Laguna, abierto en 1963, durante cinco años. A su labor docente se entregó en cuerpo y alma, y no le faltaron oportunidades para dejar Segovia, pero en su camino se cruzó Lola Reguera, con quien contraería matrimonio en 1966. «Después, llegamos, por este orden, José, Carlos, Álvaro, Lola y Rafael, todos segovianos. Y aunque la relación profesional con la ciudad acabó terminando, la personal continuó durante años, incluyendo los periodos estivales en La Granja de San Ildefonso», dijo Montero Reguera. La huella que el profesor dejó en sus alumnos permanece en el tiempo, como prueban los testimonios de Mario Antón Lobo y Jesús Fuentetaja recientemente publicados en El Adelantado de Segovia.

La sesión, a la que acudió numeroso público, contó con las palabras de Rafael Cantalejo San Frutos, académico numerario de San Quirce y antiguo alumno de Montero Padilla en el Colegio Universitario Domingo de Soto, donde también impartió clases. El académico Rafael Ruiz Alonso fue el encargado de leer el texto de Cantalejo, que no pudo asistir por circunstancias sobrevenidas: «Los brillantes gemelos, el perfecto nudo de la corbata, el pañuelo en el bolsillo junto a la solapa, las uñas de las manos siempre en perfecto orden de revista, los pulidos zapatos que asomaban bajo la mesa y ese tejemaneje de cambiarse las gafas en varias ocasiones a lo largo de la clase hacían de él una persona especialmente alejada de los usos populares», describió con precisión y cariño Rafael Cantalejo, que recordó asimismo la gestación del libro Antonio Machado en su geografía, surgido en el seno de la propia Academia.

La coordinación de la sesión necrológica corrió a cargo del académico numerario Juan Antonio del Barrio Álvarez, amigo de José Montero Reguera, que trazó una intensa semblanza literaria del fallecido profesor. «Aun no habiéndole tratado personalmente, muchos nos iniciamos en la historia de esta ciudad y en la huella que la literatura ha dejado siempre en ella o desde ella por sus páginas escritas», dijo Del Barrio, que aludió a la capacidad de Montero Padilla para investigar, conocer la intrahistoria de los autores y crear. «Muchos de sus trabajos constituyen una verdadera geografía literaria de España. Montero Padilla inaugura no la literatura de viajes, sino los viajes de la literatura, viajes hacia la vida de los autores, hacia su tiempo, hacia el aire que respiraron y la luz que les inspiró», añadió el académico. Una vez concluido el acto, hijos, nietos y familiares de José Montero Padilla posaron para la fotografía que abre esta crónica.