Zamarrón rescata canciones y romances serranos en otro gran homenaje al Guadarrama

«La cultura de los pueblos, sus costumbres y sus creencias también son componentes del medio ambiente», comenzó diciendo Pablo Zamarrón Yuste, musicólogo y director de San Quirce, que este viernes, 3 de mayo, impartió la penúltima lección del 45º Curso de Historia de Segovia, en la que rescató canciones y romances de la Sierra de Guadarrama.

Zamarrón esbozó en su ponencia los trabajos recopilatorios que se han llevado a cabo durante los últimos cien años, que abarcan zonas más amplias de Segovia y Madrid que el propio ámbito de la Sierra, delimitado entre Somosierra y el Puerto de la Cruz Verde, Robledo de Chavela y Navas del Rey, pueblos de transición entre Guadarrama y Gredos, y los términos cercanos a la Cañada Real Segoviana, en el lado madrileño, y la Cañada Real Soriana Occidental en el segoviano, amén del cordel de la Cañada Real Leonesa que atraviesa la Sierra por El Espinar y El Escorial.

Zamarrón muestra al público la huesera y la gaita serrana

El musicólogo aludió a las investigaciones de Felipe Pedrell Sabaté (1841-1922), autor del Cancionero Musical Popular Español (1922), en el que incluía una ensalada (composición a seis voces) del siglo XV titulada Por las sierras de Madrid, y de Gabriel María Vergara Martín (1869-1948), que en 1912 publicó Canciones populares recogidas en diferentes regiones de Castilla la Vieja y particularmente en Segovia y su Tierra, repleta de cantares geográficos, cantos de bodas, cantares populares circunstanciales referentes a localidades serranas y coplas de contenido jocoso, muchas de ellas sobre curas:

«El cura de Hontanares / y el de La Losa andan a bonetazos / por una moza».

Zamarrón se detuvo en Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) y su esposa, María Goyri (1873-1954), dedicados durante años a la recopilación del romancero. Romances se cantaban en Navidad, en los corros o ruedas de lo domingos de Cuaresma, en Semana Santa, en reuniones de vecindad, en los trabajos y oficios. «Eran escuelas donde se transmitía el saber popular». Menéndez Pidal y Goyri recopilaron romances en Madrid, donde vivían, pero también en Rascafría, Matabuena, Aldealengua de Pedraza, Arcones, Alameda del Valle o Casla, aprovechando sus veraneos en El Paular, y en Vegas de Matute y Otero de Herreros durante sus estancias en San Rafael. Su nieto Diego Catalán continuó la labor. El ponente citó el célebre romance de La loba parda, conocido desde el siglo XVI, propio de las zonas por las que discurre el pastoreo trashumante, con varias versiones en distintos pueblos segovianos y madrileños.

Agapito Marazuela Albornos (1891-1983) y su Cancionero de Castilla, con sus cantos de boda y de oficio, sus tomadas y canciones, sus romances, jotas, fandangos y tonadas bailables, constituyen todo un referente en la materia. Con dulzaina y tamboril, Pablo Zamarrón y Javier González Sacristán, de la Escuela de Dulzaina de Segovia, interpretaron varias piezas. El ponente concluyó citando a Manuel García Matos (1912-1974), autor del Cancionero Popular de la Provincia de Madrid, «que supuso un rotundo mentís al equívoco de creer que en esta tierra no existía herencia folklórica», a José Manuel Fraile Gil (1958-) y al Nuevo Mester de Juglaría.

Dulzaina, gaita serrana, castañuela y huesera

Zamarrón deleitó al numeroso público presente en el Aula interpretando alguna pieza con la gaita serrana y el arrabel, huesera o carracaña (según el lugar), una escalera de huesos de manillas de cordero u oveja ensartados en un alambre que, colgado al cuello y frotado con una castañuela o palillos, produce un sonido rítmico como acompañamiento al canto o toque de instrumentos.