Los poemas de homenaje

…Y tu cincel me esculpía
en una piedra rosada,
que lleva una aurora fría
eternamente encantada. (…)

Los versos con que iniciamos este comentario pertenecen al poema [IX] de la sección «Glosando a Ronsard y otras rimas» en la edición de 1928 de Nuevas canciones. En la primera edición, «Glosando a Ronsard» se compone solamente por tres sonetos amorosos de imitación renacentista (Ronsard es el equivalente francés de nuestro petrarquista Garcilaso), dentro de la gran sección «Folk-lore», que también incluía casi todos los poemas machadianos dedicados y con el asunto del afecto y reconocimiento a otras personas.

El hecho de que, a partir de la edición de 1928, el poeta haya ampliado la sección y el título («y otras rimas»), para incluir la mayoría de sus poemas con dedicatario es muy significativo. Añade, al inicio de la serie, tras los tres sonetos amorosos, el soneto «El amor y la sierra», y al final cuatro sonetos, bajo el título «Los sueños dialogados» y los siete breves poemas metapoéticos bajo el título «De mi cartera». Pero dedica el puesto central de la sección a cuatro sonetos más, dedicados a Pío Baroja, Azorín, Ramón Pérez de Ayala y a don Ramón del Valle-Inclán, respectivamente; el largo homenaje al periodista Grandmontagne, en tres secciones, en octosílabos y alejandrinos (la última); el poema en octosílabos «Al escultor Emiliano Barral», al que pertenecen los versos iniciales; tres poemas en silva arromanzada («A Julio Castro», «Flor de verbasco», dedicado a los jóvenes vanguardistas venidos desde Madrid a Segovia el 18 de mayo de 1923, para homenajear al poeta, y «Bodas de Francisco Romero»); el poema «Soledades a un maestro», dedicado a Francisco de Icaza, historiador y poeta, escrito en soleares octosílabas (8 secciones); y remata con el soneto «A Eugenio d’Ors», justo antes de «Los sueños dialogados» y «De mi cartera».

Desde la izquierda, Emiliano Barral, Antonio Machado, Torreagero y Julián María Otero, en Segovia, hacia 1923

El poeta ha querido unir su poética de este momento a los entrañables homenajes a quienes más ha querido o a quienes algo han dejado en su vida y en su modo de ver la realidad y la literatura, porque la cordialidad forma parte de su idea y de su práctica de la escritura poética, porque cree firmemente que los afectos profundos encuentran en la expresión poética un cauce óptimo de reconocimiento y amor. No en vano, los poemas con dedicados están incluidos en «Glosando a Ronsard», es decir, forman parte de esa especie de cancionero de amores y amistades, en el cual, además, el poeta maneja diferentes metros, porque a cada persona querida le corresponde un ritmo diferente, una forma y un tono poéticos exclusivos.

Respecto al contenido y el tono, en ninguno de estos poemas, Machado reduce su texto a la semblanza de la persona homenajeada ni a la circunstancia que, en algunos casos, origina la escritura del texto (Grandmontagne, Valle-Inclán, «Flor de verbasco», «Bodas de Francisco Romero», «A Eugenio d’Ors»). En todos ellos hay una profundidad, alcanzada en el retrato, en la referencia a valores comunes, humanos y literarios; incluso en la reflexión sobre la propia vida y pensamiento, a través de los rasgos o situación del homenajeado. En el poema «A Emiliano Barral», cuyos primeros versos copiábamos al inicio, se observa y se disfruta perfectamente el análisis del proceso de la escultura, y a la vez, el estado de postración del poeta, seguramente muy preocupado por la situación de España (se había vivido hacía poco tiempo el desastre de Annual, en Marruecos). Unido a la soledad que Machado siente desde la muerte de Leonor, esta nueva crisis política le hace desear tener sus ojos «cavados en piedra dura, / en piedra, para no ver», como los que le esculpe su amigo y tertuliano Emiliano Barral.

Fuera de «Glosando a Ronsard y otras rimas», dedica «Olivo del camino» a D. Cristóbal Torres; «Iris de la noche», a Valle-Inclán; la colección de «Proverbios y cantares», a Ortega y Gasset; «Parergon», a don Miguel de Unamuno. Por último, también en la edición de 1928, el poeta añadirá cinco «Sonetos», el cuarto de los cuales, «Esta luz de Sevilla…» recuerda a su propio padre (uno de los mejores poemas de Machado), para terminar con un poema «Viejas canciones», en cuatro secciones escritas en coplas y soleares. En varios de los poemas alusivos a Soria, también aparece su sempiterno recuerdo a Leonor.

El escultor Emiliano Barral

Seguramente, el poema «Canción de despedida», escrito en eneasílabos, del ciclo de Nuevas canciones y dedicado a su compañero de pensión, el ingeniero agrónomo Eduardo González de Andrés, no fue incluido en el poemario (quedándose como composición suelta), por registrar un hecho puntual, su cambio de destino y marcha de Segovia. Eso sí, aun siendo un poema circunstancial, el poeta sabe imprimirle una entrañable espontaneidad y un mensaje más profundo, más allá del deseo de buena ventura para el amigo. 

El hecho de que no haya más segovianos aludidos en los poemas (tan solo Barral, y, aunque no segoviano, Francisco Romero, profesor de Matemáticas, sí residente en Segovia, y compañero de clase del poeta en la Universidad Popular) se puede explicar por que la mayoría de los dedicatarios de Nuevas canciones son creadores o pertenecientes al mundo de las letras o del periodismo y el arte (la excepción puede ser Romero, precisamente, en cuya boda pudiera celebrar su amigo la alegría de un matrimonio y vida en común que él no pudo disfrutar más allá de 1912). Por otra parte, parece Machado estar haciendo balance poético-afectivo con la perspectiva de toda una vida, no solo ni sobre todo, del tiempo de estancia en Segovia.  Además, aunque hubiera creadores entre sus amigos o tertulianos de Segovia (los jóvenes Juan José Llovet, ya en su aventura hispanoamericana a partir de 1921, y Mariano Grau; su compañero Mariano Quintanilla; el periodista Julián María Otero, a quien dedicaría una bella necrológica en la prensa segoviana, a su muerte, en 1930…), la relación con ellos pudiera ya haberse enfriado hacia 1924. El poeta ya no daba clase en la Universidad Popular, aunque seguía perteneciendo a la institución. Sus cada vez más frecuentes viajes a Madrid y su intensa actividad intelectual, crítica y poética, con centro claro en la capital, tal vez no le permitieran continuar esa relación con sus conocidos segovianos.

Juan Antonio del Barrio

  • Los actos conmemorativos del centenario de la publicación de Nuevas canciones se celebrarán el 7 de septiembre, conforme a un programa diseñado por la Real Academia de San Quirce y Turismo de Segovia- Concejalía de Turismo del Ayuntamiento de Segovia. Entre ellos hay un recitado continuado del poemario. Si quieres participar, debes comunicárselo ya al académico Juan Antonio del Barrio, al correo juancho.barrio@gmail.com. Él te asignará el poema que has de recitar.