En la segunda jornada del XLVI Curso de Historia de Segovia, dedicado a Enrique IV, el catedrático de Historia del Derecho Félix Martínez Llorente habló de los dos matrimonios que contrajo el rey de Castilla, primero con Blanca de Navarra y después con Juana de Portugal.
Sobre el primer enlace, Martínez Llorente, que también es académico correspondiente de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, contó que Blanca de Navarra, hija de Juan II de Aragón y Navarra, heredó el título de princesa de Viana tras la muerte de su hermano Carlos en 1461. Sin embargo, este matrimonio con Enrique IV, celebrado cuando él aún no era rey, estuvo marcado por la complejidad y el fracaso. «La impotencia del rey era evidente; no consumó nunca el matrimonio, lo que llevó a su nulidad», afirmó el ponente. Tras diez años de desencuentros, el Papa otorgó una bula de separación, y Blanca regresó a Navarra, donde sufrió presiones por parte de su familia. «Fue recluida en un castillo en Bearn y, probablemente, asesinada por envenenamiento en 1464».
El segundo matrimonio de Enrique, con Juana de Portugal, no fue menos tormentoso. Juana, procedente de un Portugal culturalmente más avanzado, llegó a Castilla con una mentalidad abierta. Sin embargo, se topó con un rey que hizo exactamente lo mismo que con Blanca: «Ignorarla». Confinada en Alaejos, Juana entabló una relación con un sobrino del obispo Fonseca, quedando embarazada.
«Ya había tenido una hija, Juana la Beltraneja, mediante una inseminación artificial –rudimentaria, de andar por casa, pero efectiva para la época– contratando a un médico», explicó Martínez Llorente.
Tras dar a luz, Juana huyó con su amante a Madrid, donde Enrique IV falleció en diciembre de 1474. «Fue una mujer desgraciada, atrapada en relaciones complejas con un rey huraño y desagradable. Que doña Juana llevara una vida licenciosa no ayudó en absoluto a disipar las dudas en torno a la paternidad de la Beltraneja», sentenció.
Martínez Llorente desgranó la personalidad de Enrique IV, marcada por su aislamiento y su incapacidad para mantener relaciones sexuales plenas, respaldada por estudios como el que Gregorio Marañón realizó a mediados del siglo XX, que apuntan a una impotencia coeundi (imposibilidad total o parcial de realizar el coito). «Era un hombre que no guardaba las formas y estaba siempre rodeado de fieles, como el duque de Albuquerque, lo que alimentó leyendas como la de Juana la Beltraneja», concluyó.
La conferencia, que desentrañó las luces y sombras de Enrique IV, llenó el Aula de San Quirce de público pese a que no era la prevista. Causas ajenas a la organización del Curso de Historia obligaron a adelantar, casi a última hora, la conferencia de Félix Martínez, prevista para el próximo viernes, y aplazar para el 28 de marzo la incialmente programada, que lleva por título Entre la leyenda y la historia: una nueva visión de Enrique IV, y correrá a cargo de Víctor Gibello y Pilar Fernández Vinuesa.