El Aula de San Quirce acogió este viernes, 9 de mayo, la conferencia del arquitecto Alberto García Gil sobre el Monasterio de San Antonio el Real, dentro del XLVI Curso de Historia de Segovia, dedicado al rey Enrique IV. La charla, que atrajo a numerosos segovianos interesados en su patrimonio, se centró en la relevancia histórica, cultural y arquitectónica de este monasterio, descrito por García Gil como «el monumento más significativo de Segovia» en relación con la época de Enrique IV.
García Gil, cuya trayectoria profesional está estrechamente ligada a San Antonio el Real desde que comenzó a trabajar allí en 1967, destacó la importancia del monasterio como «testigo insobornable de la historia», pues sus muros, «bien leídos, nunca mienten» y contienen respuestas esenciales sobre la identidad segoviana.
Para el arquitecto, conocer profundamente San Antonio es clave para que los segovianos comprendan y amen su ciudad. Sin embargo, no eludió la preocupación por el monasterio, cerrado desde hace más de dos años. Este cierre, que calificó como una «pérdida de memoria» cultural, representa un hecho «grave» que debe ser abordado. «La cultura tiene que vivir, no se puede cerrar con llave ningún elemento cultural», afirmó. En su intervención, evocó la riqueza de San Antonio, no solo como un objeto físico, sino como espacio que conecta con las emociones y el conocimiento colectivo.
A pesar de las dificultades, García Gil tranquilizó a los asistentes sobre el estado del monasterio. Tras una reciente visita, confirmó que está «cuidado y limpio», aunque persisten algunas humedades. Su mayor preocupación radica en sus ricos contenidos, muchos de los cuales, por seguridad, no estaban completamente catalogados por las clarisas. No obstante, gracias a décadas de estudios, incluidos los realizados con sus alumnos, existe un registro detallado de objetos y documentos que salvaguardan su legado.
La conferencia sirvió para desvelar, a nivel de hipótesis, algunos de los misterios que rodean a San Antonio, como la ubicación de la casa del Príncipe o las razones que hay detrás de ciertas decisiones arquitectónicas. El arquitecto concluyó con un mensaje esperanzador pero firme: «San Antonio está a salvo, pero hay que abrirlo y darlo a conocer». E insistió en la necesidad de una acción persistente para que el monasterio, con sus excepcionales techos mudéjares y su unidad arquitectónica, vuelva a ser un espacio vivo.